Montgomery, 1994

Me pregunto si alguna vez llegaste a leer aquella copia de En El Camino. La que encontramos bajo el sofá de ese ático de mala muerte que alquilamos hace unos años durante el Mardi Gras. Sinceramente, espero que al menos le hayas echado un vistazo al libro. Ya que te empeñaste en quedártelo cuando sabías de sobra que yo le iba a dar más uso. Supongo que aquella es la única época a la que podíamos llamar nuestra. Y hacía mucho que no la recordaba.

No me malinterpretes. Esto no es una lacrimosa declaración de intenciones ni un grito desesperado por tenerte de nuevo en mi vida. Creo que aunque hayan pasado ya unos cuantos años, aun nos acordamos de aquel desastre de ruptura y de las discusiones y de toda la mierda que soportamos durante meses con tal de no volver a pasar una Nochevieja solos. No creo que ninguno de los dos quisiera volver a eso. Al fin y al cabo ya hicimos alarde de nuestra insensatez en su día.

No obstante, aunque no quiera volver a tenerte conmigo. Hay algunas situaciones y sensaciones que echo de menos y que sin ti han perdido todo el sentido. Por ejemplo, no he vuelto a conocer a nadie que sepa resolver los putos jeroglíficos del periódico. Creo que ni siquiera he conocido a nadie que se fije en ellos, y ahora siempre los miro y me recuerdan a ti una barbaridad. Y mi mente es idiota y piensa que tal vez hayas escondido un mensaje ahí para mí. Un mensaje indescifrable que jamás seré capaz de adivinar y que tal vez haya dejado perpleja a alguna señora octogenaria de la Costa Oeste, si es que ahí les llega el Birmingham News. Luego recuerdo que si le das la vuelta a la página puedes leer las soluciones y entonces se alzan despavoridos todos los pájaros de mi cabeza.

En general son recuerdos muy pequeños. Vistazos a través del telón. Pero están ahí y no me gusta ignorarlos. ¿Te acuerdas de aquella noche que volvimos dando tumbos hasta el apartamento? Sé que no es la manera más bonita de recordarte pero el olor del bourbon siempre me devuelve a tus labios. Hubo una temporada en la que dejé de beberlo. Supongo que antes le tenía más miedo al pasado que ahora. Pero bueno, volviendo a aquella noche. Me he dado cuenta de que no recuerdo ni a que bares fuimos, ni de si tomamos un taxi en algún momento ni tan siquiera de como ibas vestida. Solo nos recuerdo a los dos sentados en la cocina en ropa interior. Juraría que en silencio y mirando por la ventana. Mientras el sol nos pillaba despiertos y probablemente enamorados a esas horas tan intempestivas. Y recuerdo mirarte a la cara, iluminada por el primer rayo de sol en salvar la altura del edificio de enfrente. Y estoy seguro de que jamás he vuelto a ver algo tan bello y creo sinceramente que ese instante merece no ser olvidado mientras viva.

Me gustaría saber si tú también lo recuerdas. Me pregunto ahora si alguna vez hubo algo que siempre te recordaría a mí. Sinceramente, espero haberte dado alguno de esos momentos porque a mí me parecen extremadamente valiosos ya que es lo más cerca de  la inmortalidad que estará jamás el ser humano. Bueno, supongo que ahora ya es tarde para averiguar todo eso. Espero que leyeras En El Camino, es un buen libro. Siento no haberte escrito antes, nunca he tenido el don de la oportunidad.

Carta encontrada entre las páginas del libro de visitas en el velatorio de una joven de Pensacola.

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