Cordillera del Atlas, 1984

Siento no haberte escrito antes, te sorprendería lo difícil que es conseguir un papel y un bolígrafo sin hablar una palabra de árabe en este caos de ciudad, por no hablar de una oficina de correos. Dejamos Orán hace 5 noches y aún no hemos llegado a nuestro destino. He visto cosas tan hermosas que apenas me creerías si te las describiera. Descuida, he hecho un montón de fotos, de eso puedes estar segura. Sabes que tu padre y yo no solemos estar de acuerdo, pero tiene toda la razón cuando me reprocha haberme gastado más dinero en carretes que en tu anillo de compromiso. Yo que sé, siempre fuiste de bisutería más que de joyas ¿no? pero bueno ¡explícale eso al viejo!

En fin, volviendo a la expedición. Llevamos cinco días de travesía y sin duda lo más reconfortante de toda la experiencia está siendo acostarme cada noche bajo el sobrecogedor cielo nocturno. Nunca había visto nada igual, ¿te acuerdas de cuando conducíamos hasta aquella cantera en las afueras para ver la lluvia de estrellas? Pasábamos la noche tumbados sobre el capó esperando a que cayera alguna. Aquí se ven cada noche, si prestas atención puedes ver docenas en tan solo unas horas. William dice que es uno de los mejores sitios del mundo para admirar el cielo nocturno y que si no estuviera ahí la cordillera, y la planicie se extendiera hasta el horizonte, parecería que estamos en el medio de una esfera con diamantes colgados del techo. Es un hombrecillo bastante curioso, no parecía tan estrafalario en sus cartas. Lleva más de diez años viviendo en el norte de África y no tiene intención de irse hasta dentro de al menos otros diez. Siempre habla del continente con la misma pasión con la que un granjero habla de sus cultivos o su ganado, como si ambos se beneficiaran el uno del otro.

Aún no hay rastro del halcón peregrino. Uno de los porteadores que nos acompañan afirma que vio uno esta madrugada cuando aún dormíamos, pero William dice que el muy inepto no sabría distinguir un halcón de una corneja. Están empezando a recoger el campamento, saldremos al despuntar el alba para aprovechar bien el día. Deberíamos alcanzar la base de la cordillera en un par de horas. No sé si encontraremos los nidos antes de que cambie el tiempo y tengamos que dar media vuelta, pero ya solo por esto ha merecido la pena. No sabes cuánto lo necesitaba, creo que yo tampoco hasta que pisé la arena del desierto por primera vez en tantos años. Echaba de menos las aventuras y los viajes y dormir al raso con la cámara en el petate. Ha sido como volver al pasado, a aquellos días en los que no sabía si el próximo destino me acercaría a ti o me mandaría al otro lado del mundo. Estaré de vuelta antes de que te des cuenta, ya verás. Puedes ir preparando el cuarto oscuro si quieres, he pensado que podríamos revelar las fotos juntos en el sótano, como solíamos hacer en la antigua casa. Ya me dirás qué te parece la idea.

Siento perderme los preparativos de la boda, de veras que lo siento. No quiero ni imaginarme lo mucho que se debe de estar estresando tu madre eligiendo las flores y la banda y todas esas cosas que ni tu ni yo entendemos. William se ha ofrecido a hacer las fotos, un detalle por su parte, aunque creo que este hombre haría cualquier cosa a cambio de una barra libre. Sé que no le he prestado mucha atención al asunto últimamente, creo que aún estoy terminando de asimilarlo, pero prometo poner más de mí parte cuando vuelva. No te haces una idea de cuántas veces te he imaginado caminando hacia mí vestida de blanco por el pasillo central. Nos vemos en unos días ¿vale? Da recuerdos a todos y enséñale a tu padre dónde está Argelia en el mapa, creo que aún piensa que me he ido a Sudamérica.

Carta encontrada por un grupo de montañeros entre las pertenencias de las víctimas de un desprendimiento de rocas en la Cordillera del Alto Atlas

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